sábado, 4 de febrero de 2017

"Mi suegra, como ya dije..." (I)

En esta fase preliminar del COAC 2017 ya hemos tenido la oportunidad de escuchar machismos de diferente pelaje, aunque insisto, una vez más, en que el machismo no acabará con la “corrección política” o con la prohibición, sino con la ilustración de las gentes; con la emancipación intelectual de la sociedad.

Y de pronto llega la Chirigota del Selu con “Mi suegra, como ya dije…”, y el Mundo se para, mucha gente se queda descolocada. Much@s esperan a ver qué dicen otros antes de hablar, o qué dicen los que son “referencia”. Pocos se atreven a decir que les ha gustado, algunos más confiesan que no, incluso porque es machista. Sí, los de las gradas del silencio siempre me han preocupado los que más.

A su presunto machismo se une, además, un forillo ‘entregado a la publicidad’. Creo que debemos cambiar nuestro modo de pensar y tratar de alcanzar a ver las estructuras que producen los hechos y cambiar las estructuras en lugar de fajarnos en la lucha contra el que, en ‘nuestra opinión’, ha pasado de la raya. ¿Quién puso la raya?, ¿dónde? Póngase, entonces, una raya acordada por tod@s.

El Carnaval es provocación,  y como cualquier arte escénica, teatral, puede buscar también la crítica y la catarsis, y no solo el consumo para la diversión. Algo que en realidad ocurre poco, porque todas las formas estéticas contienen o conducen a posiciones éticas, ideológicas.

Otra prevención es que la literatura, en especial el teatro, el cabaré-Carnaval, es un gran juego de elementos superpuestos, de contexto, texto, etc. Si comprendemos de modo literal, lineal, lo que vemos en un escenario (sea el Falla o la escalera de Correos) no podremos comprenderlo en su totalidad, en su completitud. Lo disfrutaremos menos y lo comprenderemos mal.

Lo que decía, llega el Selu, saca a la suegra y… la mitad ojipláticos; la otra mitad expectantes; solo una fracción de cada mitad se expresan.

Mi suegra, como ya dije…” sale del tango “Aquellos duros antiguos”, cuya letra hoy , ante nuestros ojos, solo podría repugnar, y que es prácticamente el himno del Carnaval de Cádiz. Un tango que ha sido ya varias veces “recreado” por el mismo Selu, cantado en desorden y del revés.

Empecemos por el tipo, una caracterización que nos recuerda a la Sardá y a su Honorato (Gurrutxaga); que a mi me recuerda a Horst Schlämmer (Hope Kerkeling).
Un uniforme militar, de teniente (y no de sargento, que hubiera sido la salida fácil consecuencia del prejuicio vox populi: ‘la suegra como sargento de semana’). Las suegras llegan marchando militarmente, cuyo desarrollo derivará en queja ante el desorden y disciplina; una suegra prejuicio llena de prejuicios. Un perrito al brazo y las balas para el fusil de asalto bien visibles.

El tango de los duros antiguos, cantado contra la suegra, se vuelve contra la nuera, simbólicamente, para criticarla. Una nuera que va poco a poco existiendo gracias al relato, lo mismo que su propio hijo. Quien no existe es su ‘marío’, de ninguna manera, y mira que el Selu podría haberlo ‘matado’. Pues no, inexistente. Ni una mención.

Esta suegra no es una suegra, sino una figura concreta, personal, única, humanizada gracias a todas sus debilidades y fortalezas. Una suegra que aprovecha para presentar ante la sociedad su actitud, la de la sociedad, ridícula porque banaliza el conocimiento, en este caso el de su nuera (un tema recurrente en García Cossío). Dos carreras y tres idiomas que no son bastante para ella. Todo esto son adornos innecesarios para el florero. Es el varón quien tiene que salir a trabajar, incluso menos capaz o incapaz, ‘enchufao’ de la Junta, y esto tras años de mendigar el enchufe.
Una situación que me recuerda a la escrita por José Luis Sampedro en su “La sonrisa etrusca”, y que como en el caso de García Cossío, muestra el conflicto intergeneracional fuerte, entre la sociedad antigua y la moderna urbana y tecnológica. La defensa del orden antiguo y machista representada, esta vez, por una mujer también antigua.
Una crítica, un grito para que despertemos ante el hecho de que la sociedad sigue afectada por el ‘orden militar’.

Una suegra, y no “la suegra”, que desarrolla una relación humana de amor y odio con su nuera, de pura competencia por su propio hijo, un complejo reprimido de Agripina mezclado con el de Wendy, quizá, cuyo hijo finalmente supera, …la tortilla…, el suyo de Peter Pan.
Una suegra que entiende su conflicto con su nuera como algo personal, y que nadie se la toque que para criticarla está solo ella misma. Una suegra concreta, producto de la cultura que la tiene encerrada, que sufre por su propia identidad que se desdibuja.

Una deconstrucción de ese cliché, una reconducción desde el cliché, apenas pergeñado, hacia una sátira de las relaciones matrimoniales y del matrimonio mismo en su compleja amplitud; de las dificultades del matrimonio porque su realidad compleja incluye a más miembros y no solo a la pareja. El modelo de educación de los hijos, permanente conflicto familiar. Y el rol de varón discretamente presentado, porque de su hijo no va a decir que es un ‘calzonazos’. Y eso, no lo dice. García Cossío no acude a lo fácil, da alimento a las memorias y mentes del público. Permanentemente nos sitúa ante el espejo.


Entendedor de las cosas del Mundo, García Cossío diseña su personaje guiado por su propia resignación, empático y comprensivo: su hijo tuvo una fase de desorientación identitaria sexual. Pero esta suegra no sufre el complejo de Münchhausen, solo se aferra a su hijo para no desaparecer, para lo cual acepta sus revistas guarrillas y su variable identidad sexual. Una suegra en la realidad, a pesar de su lucha con el mundo al que le toca pertenecer.

Una suegra, la de García Cossío, transfigurada espejo para que nos miremos, si podemos. Una mujer real, que fue socializada en un mundo sin preguntas, pero ella se ha hecho un par de ellas, aunque el canon del pensar la tenga (como a tanta y tanta gente) atrapada en su mandato de cómo debemos pensar. Una figura humana; una figura contradictoria. Una figura tratada con enorme cariño. Una mujer de la barriada. Un verso suelto, que a mi me parece otra obra maestra.


@Pablo Martínez-Calleja, 2017

http://www.carnavaldecadiztv.com/2017/02/chirigota-mi-suegra-como-ya-dije.html

1 comentario:

  1. Es cierto que la suegra más conocida es la mencionada en el tango de Los Anticuarios, de 1905, pero la figura ya había aparecido en numerosos repertorios anteriores, algunos también de Antonio Rodríguez. Es bastante recurrente, como la vecina o Carmeluchi y, en los últimos años, María. A continuación copio la entrada correspondiente a "suegra" del libro "Cuaderno de Mari Pepa Marzo". Nadie lo entienda como autopromoción, ya que está prácticamente agotado, ya que la tirada fue cortísima. Además de las menciones, incluyo las agrupaciones que he encontrado y que hacían mención a la madre política. Seguro que hay más, pero ya son bastantes:

    suegra. Madre del consorte. Personaje al que se recurre con frecuencia en las coplas del Carnaval de Cádiz. “Coro de Viejas Niñeras”, 1884; “Compañía Gaditana de Clowns”, 1889; “Las Eminencias Artísticas”, 1891; “Marinos Ingleses”, 1891; “El Ferrocarril”, 1892; “Zapateros Gaditanos”, 1893; “Los Pajaritos”, 1894; “Ciclistas Gaditanos”, 1897; “Grandes Industriales de París”, 1899; “La Sombra Negra”, 1899; “Los Viejos Liciados”, 1899; “Orquesta Italiana”, 1899; “Sociedad Coral “Frégoli”, 1899; “Sociedad de Seguros Contra las Pulmonías “La Llave”, 1899; “Viejos Patrióticos”, 1899; “Los Pajes Nacionales”, 1902; “El Tío Camándulas”, 1904; “Los Anticuarios”, 1905; “Profesores del Siglo XIX”, 1905”; “La Risa”, 1910; “Los Espíritus Malignos”, 1913”; “Los Tabardillos”, 1913; “Los Foto-electras”, 1914; “Los Domadores Indígena”, 1918; “Romancero”, 1918; “La Fin del Mundo”, 1920; “Los Intelectuales Rusos”, 1921; “Los Liliputienses”, 1924; “Trío de la Poca…”, 1934; “La Chirigota del DDT”, 1951; “Los Mercaderes Tangerinos”, 1952; “Los Baratilleros Ambulantes”, 1959; “Los Cuatro Maltratados por su Suegra”, 1969; “Los Domadores de Suegras”, 1972; “Los de Katanga, 1975; “Aquí No Hay Quien Viva”, 2011.
    Tengo que incorporar "El que la lleva la entiende", de 1992.

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